CORONA DE LOS DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA
(Este Rosario de los Dolores está tomado de un antiguo libro de 1865, por el P. Juan Martí, Barcelona, España)
Nota: Esta Corona puede rezarse con un Rosario que tiene siete cuentas y siete Dolores. Sin embargo, si no se tiene, basta el Rosario de siempre y pasar siete cuentas de Avemarías con su respectivo Padrenuestro al inicio y el Gloria Patri al final por cada Dolor.
Por la señal de la Santa Cruz (✞), de nuestros enemigos (✞), líbranos, Señor, Dios nuestro (✞). En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
V. Abrid, Señor, mis labios.
R. Y mi boca pronunciará vuestra alabanza .
V. Dios mío, atended benigno a mi favor.
R. Señor, venid a mi socorro con presteza.
Gloria Patri, et Filio, et Spiritui Sancto.
Sicut erat in principio, et nunc et semper, et in saecula saeculorum. Amen.
OFRECIMIENTO
¡Vengo a Vos, querida Madre mía, con el espíritu sediento de probar vuestros dolores! Vengo a unir mi corazón al Vuestro, deseoso de participar de los afectos que llenan vuestra alma atribulada. No os busco aquí adornada con el esplendor de la majestad con que os enriqueció el Señor, ni ceñida vuestra hermosa frente con la corona inmarcesible del reino celestial. Hoy os contemplo, Señora, bañada en amargo llanto, lacerado vuestro Corazón por las agudas espadas que lo atravesaron en la vida de Jesús, y llamando a mi interior con aquella voz doliente y amorosa de la más Afligida de las madres.
¡Oh, Madre mía! No os abandonaré en la tribulación terrible en que os halláis. ¡Quiero sentir con Vos los dolores de Jesús! ¡Quiero llorar y suspirar con Vos y mezclar tiernamente mis lágrimas con las que Vos derramáis por causa mía! Yo me complaceré, Señora, en la tristeza que anega vuestro espíritu: aprenderé con Vos a resistir a las angustias de mi agitada vida, y en los contratiempos, en las aflicciones, en los pesares que se digne enviarme la Bondad Divina encontraré a vuestro lado y con el solaz de vuestras acerbas penas el consuelo que no sabe dar el mundo con todos su placeres, y la resignación de llorar tranquilamente en la presencia de mi Dios.
Aceptad, Madre, mía, amorosísima, esta voluntad con que me uno a Vos en los Dolores de la Pasión y Muerte de Jesús, y concededme la gracia de saberos agradar, y aprovecharme en la meditación de vuestras amarguras. Alcanzadme, igualmente, que sepa conocer, como es debido, mis pecados: que sienta por ellos el mayor de todos los dolores y que persevere por siempre en la gracia del Señor y en vuestra dulce amistad.
PRIMER DOLOR
Lo tuvo la Virgen Santísima por la Profecía de Simeón
Tristes y de presentimientos dolorosos fueron las palabras que os dirigió el inspirado anciano. ¡Oh! ¡Cuánto había de herir a vuestro sensible espíritu, María, el anuncio de que Jesucristo os sería un motivo de tormento, y que una Espada de dolor atravesaría vuestra alma! Haced, querida Madre, que penetre esta pena mi duro corazón, a fin de que llore mis pecados, que son la causa de todas vuestras aflicciones.
Récense un Padrenuestro, siete Avemarías y un Gloria Patri.
SEGUNDO DOLOR
En la huida A Egipto por temor de Herodes
Tierno y todavía niño el buen Jesús ya se ve perseguido por la saña de un rey inicuo. Vos, Madre mía, tenéis que emprender una precipitada fuga para librarle de las crueles asechanzas. ¿Qué mucho que al considerar al Rey del Cielo fugitivo de las manos de sus enemigos se llene de amargura vuestro espíritu? ¡Oh! ¡No permitáis, querida Madre mía, que, a semejanza de Herodes, con mis culpas os obligue a apartaros de mi compañía!
Récense un Padrenuestro, siete Avemarías y un Gloria Patri.
TERCER DOLOR
Ocasionado por la pérdida de Jesucristo
Tres días anduvisteis, Madre mía, sin tener a vuestro lado a Jesucristo. Como la esposa de los Cantares, embriagada de amor, le buscasteis con aquel afán de una Madre que ha perdido al que nació de sus entrañas. Vos habíais perdido, María, al mismo Dios; y tan amante suya como erais de seros imposible vivir sin la compañía del Eterno Bien. ¡Oh! ¡Cuánto reprende a mi ingratitud vuestro dolor y cuánto dice a mi frío corazón cuando he perdido a Dios por el pecado! ¡Oh, Madre mía! Penetradme con la viveza de vuestro dolor por las pérdidas que he tenido de Jesús.
Récense un Padrenuestro, siete Avemarías y un Gloria Patri.
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